martes, 22 de enero de 2013

HABLEMOS SOBRE LOS ENGAÑOS EN LAS PREDICACIONES CARNALES.

EStudien Colosenses capt. 2 ver. 4.  Aquí les dice sobre el cuidado que tienen que tener para que nadie los engañe, y vuelve en el versísiculo 8 y les dice lo mismo, pero especifica la forma engañosa, como las doctrinas que son hechas en tradiciones humanas.Dice así: Mirad que nadie os engañe con filosofías fundadas en tradiciones humanas en los elementos del mundo y no en Cristo.  Doctrinas vanas, falacias, fundadas en tradiciones humanas.  Eso fue escrito hace siglos.  Y pregunto.  ¿Se quedaron los habitantes en esas doctrinas?  ¿Siguieron viviendo con esos preceptos de tradiciones humanas, tradiciones carnales?  ¿Están celebrando el nacimiento de nuestro Señor una vez al año, o están celebrando la venida del Señor todos los días?  ¿Está esa lámpara encendida todos los días en sus almas?

Si continúan estudiando Colosenses capt. 2 vers. 16 al 23 muy bien detalladamente les explica en esos versículos, que los preceptos de los carnales son ordenanzas de humildad para el cuerpo, pero sin valor alguno para el espíritu.  Voy a leer el versículo 16.  Dice: que ninguno, pues, os juzgue por la comida o la bebida, por las fiestas o los sábados, o sea, por no guardar los sábados.  También les dice el por qué dejáis imponer ordenanzas.  Como también, no tom, no toques, ni gustáis.  Quiere decir, que todas esas cosas que te ordenan son preceptos humanos, que se acaba con la muerte del cuerpo externo, y no tiene frutos para el espíritu.

Voy a explicar otra de las tradiciones de los predicadores carnales, para que observen si han continuado siendo dirigidos en la sagrada [alabra con las mismas doctrinas terrenales de la antigüedad.  Estudien San Lucas capt. 13 ver. 14.  Dice: Interviniendo el jefe de la sinagoga, lleno de ira porque Jesús había curado en sábado.  Ahora pregunto.  ¿Están todavía discutiendo y criticando a los que no guarda esas mismas tradiciones?  El jefe de la sinagoga es lo mismo que decir el principal que dirige.  Observen como ese predicador padece de una impureza, la ira.  Para ese predicador la ira no era un pecado, pero la caridad en sábado, sí era un pecado.  El pecado para ese predicador era que no faltaran a sus ordenanzas, o sea, a sus mandatos.  Las impurezas internas de su alma, ésas, como no se reflejaba en su exterior, o sea, en el físico, pues se podían mantener ocultas.  También pueden observar en diferentes versículos que nuestro Señor no tenía templos terrenales, sino celestial.

Es necesario que comprendan que nosotros una vez que la conciencia ha despertado y por  supuesto hemos entrado a un estado perfecto, no aceptamos las enseñanzas de ningún lugar terrenal, y por eso no sembramos para el cuerpo, sino para el espíritu.  Comiencen a reconocer y hacer la voluntad del Creador para que así pueda el Espíritu Santo purificar tu espíritu, y así edificar en él su templo.

                                                               Les amo, teresa.


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